jueves, agosto 13, 2009

Lapiceros sin punta (13.08.09)

Es irrisorio, que aquellos a quienes contemplan sean los mismos que nunca se sienten observados. Amos de su destino, sin lugar a dudas, marionetas de la sociedad. E incolumes se alzan todos aquellos que peregrinan entre bagatelas en un exodo sin fin que les aleja de la razon y de si mismos y les acerca al resto. Todos iguales.
Mimetismo social que peregrina andadura en un aciago e insolito lugar, cuando las luces exiguan y todo es posible. Flashes y quizas algun q otro despunte de razon, son igualmente testigos escondidos de las lindezas mas superfluas. Bailes, copas, un adelantado privelegio que ensalza las grandes ideas y y despunta los instintos. Es solo en este momento que se sienten libres, o quizas liberados. En el fondo no son mas victimas que tu y que yo. Todos decidimos, hasta cuando decidimos no decidir.
Como los ecos nunca llegan solos, siempre hay alguno que quiere gritar mas fuerte; produce estupor el descubrir que la batalla se libra en dar el cante y que aquellos que mas cantan son liberados a si mismos de sus ataduras humanas, de forma que se alzan con forma semidivina sobre sus semejantes mortales. Porque en el fondo, todos son iguales.
En un eterno caleidoscopio de emociones, y a veces se rompe el cuadro y peregrinos en si mismos, avanzan desde la catatonica y el éxtasis hacia mas sombrias sensaciones. Todo es funcion de la noche, sin lugar a duda las alineaciones de estrellas hacen su parte, porque en ese sin fin de eclipses, todos somos astros.
Lugartenientes sin cuartel, porque la noche a veces es cruel, y aquello que se busca se consige, que suele ser lo peor que puede pasar; al despertar nada es lo que parece -se consigue- solo que entonces ya no es lo que era. El subterfugio continua para muchos, la divinidad se paga cara, y no basta con ser lo que se quiere, se quiere ser lo que no se es; se quiere ser mas, porque mas es mejor. Ensalza el ayer y levantate mañana, que en la nebulosa de tus pensamientos quizas sean voces lejanas o quizas sea la realidad que se impone a los neones. Piensa otra vez, o mejor dejalo para mas tarde, cuando solo sea un recuerdo; asi es mas facil.
Es irrisorio, que aquellos que podamos tener mucho que decir, con mayor razon o sin ella, acallemos nuestras palabras entre los gritos del resto. Perdemos la fe, nos diluimos entre las campanadas que no oimos y aquellas que nosotros mismos tañimos; siempre parece haber alguien a quien demostrar algo.
Despuntamos sin duda, porque sabemos que lo sabemos, pero igualmente nos perdemos entre esa fuerza interior y aquella de tantos. Seamos sinceros, ellos son mas; pero ¿lo son?. Tenemos tanto que hacer, no es apologia, es una cuestion de principios, una palabra que parece transparente cuando todo a nuestro alrededor son mascaras, cuanto todo a nuestro alrededor se mueve, cuando todo luce y brilla, cuando impulsa, cuando conduce, cuando seduce, cuando secuestra, cuando no libra, cuando señala. Cuando todo son finales.
Así, algunos perdemos, nunca quisimos, pero... y el secuestro se acaba súbitamente, cuando tanto principio se precipita sobre si mismo, cuando juzgamos que los principios son incolumes, cuando somos puros, y castos, y santos, e imbeciles. Cuando pensamos que podemos con todo, cuando el principio parece poco y el final tanto. ... pero todo se acaba. Si se consige el fin, mañana recogeremos nuestros principios, ha sido por una noche. Una noche sin principios. Liberados de intelecto, liberados de nosotros mismos. Nadies. Si no se consige, la cosa se desborda, nos revelamos contra la mentira que nos ha llevado a tan magmanimo secuestro, nos arrepentimos, encarcelamos nuestra alma maldita, pagamos la consabida penitencia y a medio caballo podemos jurar y perjurar. El otro medio caballo es el de Troya; mañana lo tendremos metido de nuevo dentro. ¿es engaño o complacencia?
Alcemos quizas algo mas que el orgullo, dejemos que los principios sean palabras en mayuscula, de esas que se invocan contemplando al cielo o que se dicen a la persona que se quiere. De esas que duran para siempre, que nadie cambia, que son infinitas. Dejemoslas aparte. Son tan grandes que se alzan por encima de nuestras cabezas. Solo las vemos si miramos hacia arriba. Pero en la neblina de la noche, con el sombrio manto de la arroyadora voluntad de aquellos que no la tienen, no son los gigantes quienes acuden a defendernos; estamos solos, desamparados, desconectados. Nunca indefensos. Miremos a los ojos. Basta unos segundos, sin la sonrisa forzada, sin el consecuente balanceo, sin el infernal escarnio en el infierno. Porque no queremos bailar con el demonio, porque somos quienes somos. Porque nos alzamos contemplando, rígidos, debatiendonos, porque son todos como estatuas en su interior, lacados en piedra, atrapados en bronce, cromados en madera, garabateados en agua, difuminados en arcilla. Porque nosotros les retratamos; lapiceros sin punta.