lunes, mayo 08, 2006

El Caminante (13/11/03)

He sido testigo de los mas dispares paisajes. Desde los cenagosos pantanos de las tierras bajas hasta las nevadas cumbres de las mas escarpadas montañas. Desde los verduscos bosques de colosales pinos hasta los desiertos rojos de fina arena. Desde las llanas praderas del interior hasta las costas del continente. He sido testigo. Me he adentrado en laberínticas selvas de intrincada espesura a la par que he discurrido por sinuosos caminos a lo largo de la campiña. He contemplado paisajes de ensueño en el corazon de la tierra en los que he visto los mas sorprendentes caprichos de la naturaleza. Me he visto inmerso en aterradoras inundaciones pues también he atravesado los cauces de los ríos mas caudalosos y aquellos de mayor desnivel. He sido azotado por el mayor de los huracanes bajo copiosas tormentas de agua y granizo. El viaje ha sido largo. Un día he llegado a un acantilado y he descubierto que el suelo se terminaba bajo mis pies. A mi vista se ha ofrecido entonces algo distinto. Todas las pendientes, todos los ríos, he pensado, terminan aquí. Y no es azul, sino de color tenuamente aguamarina, apagada con las sombras de miles de tonos que se entremezclan en un sinfín sorprendente de combinaciones. Hasta donde alcanza la vista. Mis ojos se han abierto por primera vez a la sorpresa. No tengo un punto de referencia que me sirva para hallar similitudes con aquello que ya he visto. Sin mas motivo que sentimiento, siento que me hallo en los márgenes de algo distinto. Soy consciente de la profunda desesperación que me provoca la incertidumbre. También lo soy de la esperanza que despierta en mí el poder explorar un mundo nuevo. Y mis sentidos se saturan de novedosas sensaciones cuando mi piel entra en contacto con el agua. Poco a poco dejo atrás la costa y me adentro en el mar. A cada paso que doy me sumerjo mas en la inconsciencia. Lágrimas en mis ojos. No quiero sino abandonarme a cada instante. Abandonarme a mi mismo. Y sólo siento. Ni siquiera percibo ya la orilla. Me hundo mas y mas en ese volumen infinito. Mis lágrimas son ya una parte de un todo mas extenso. Mis sentimientos se diluyen hasta la insignificancia. Emerjo de las profundidades solo para ser consciente de que el momento se ha perdido para siempre y de que no volverá. Desolado trato de volver a sumerjirme, pero las olas me arrastran con fuerza hacia la orilla. Trato de llorar mi angustia pero no me quedan lágrimas. Hundido en la playa entierro mis sueños y reniego de mi suerte. Me levanto envuelto en arena y en irónica respuesta dejo caer mi tiempo en la orilla. Ahora ya no me pertenece. Me arranco el alma paso a paso conforme abandono la orilla. Sin ni tan siquiera recuerdos descubro garabateada en alguna parte la palabra destino. Una desconocida sensación de melancolia pesa sobre mí cuando me esfuerzo por doblegar la aterradora dimensión del acantilado. No se que me asusta, pero en las sombras reptan mis miedos. Y poco a poco despellejo mis manos en alcanzar la cima.

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